10.4.15

#24. Café Pipetuá.


Mañana de jueves. Aunque el otoño se esté haciendo el difícil, nos acercamos a la esquina de Montevideo y San Martín a probar los desayunos de Café Pipetuá
A simple vista, parece uno más en la explosión de bares blanquitos, llenos de mesas y sillas diferentes en colores pastel. Sin embargo, después de un rato, uno empieza a percibir los detalles que, desde hace más de un año, le dan su propia identidad: las mermeladas caseras en la vidriera, las medialunas recién horneadas, las botellas de agua, los vasitos, los individuales, los farolitos de colores y las luces siempre encendidas.


Pedimos dos de las promociones de desayuno: tostadas de pan negro casero (se sirven con queso blanco y mermeladas también caseras), café con leche y café doble y jugo de naranja exprimido ($38 cada una). El café estuvo bien hecho, las tostadas son grandes y crujientes. Cuando llegamos, se habían terminado las medialunas pero estaban horneando la siguiente tanda. La atención es muy amable y atenta. 


El ambiente es sumamente agradable. Aunque el local no es muy grande, tienen una cantidad adecuada de mesas, lo suficientemente separadas entre sí, lo que evita que uno se vea obligado a participar involuntariamente en las conversaciones de gente que no conoce. Por este motivo, han logrado construir un espacio tranquilo, que invita a quedarse.


Sin dudas, Pipetuá es un excelente bar para leer, estudiar y/o tener largas charlas con amigos. Abren de lunes a viernes de 8:00 a 20:00 y tienen una oferta de almuerzo diferente cada día a precios razonables. Nosotras no probamos el almuerzo, pero nos quedamos con las ganas, así que seguramente volveremos algún mediodía. 
Si andan por la zona, no se lo pierdan. Y si no, háganse un rato para ir especialmente, porque vale la pena.



16.1.15

#23. Lo de Clarisa


Aunque enero no sea, quizás, un mes alentador para andar tomando café por ahí, hemos decidido inaugurar la temporada 2015 de este espacio con abnegación (?). Por este motivo, la calurosa mañana  del 15 de enero nos encontró desayunando en Lo de Clarisa (Moreno 873), un bar que abrió en agosto del año pasado, en una galería de lo más colorida.



Pedimos dos desayunos clásicos: café con leche, dos medialunas y jugo de naranja ($ 21 cada uno). La atención fue eficiente y muy amable. Las mesas y las sillas, a pesar de su apariencia, son bastante cómodas, así que es posible permanecer allí unas cuantas horas leyendo, charlando o mirando el cielo. Para los potenciales clientes que detesten la intemperie, hay un par de mesas bajo techo. De todos modos, como todas las mesas se encuentran en un espacio abierto, es un bar ideal para fumadores que no quieran tomar su café entre los bocinazos y los peatones de las veredas del centro de Rosario.
Como lo que nos ocupa, entre otras cosas en este blog, es la lectura, nos pareció interesante que hubiera, a disposición de los clientes, una biblioteca en la que predominan autores rosarinos. Así que, si llegan hasta ahí, se sientan y se dan cuenta de que no tienen nada para leer, Clarisa se los soluciona en un instante.  
Por el momento, el resto de los locales está vacío y eso hace que el bar sea un lugar muy tranquilo para quienes tengan ganas de leer o charlar al aire libre. No sabemos (porque olvidamos preguntar, mala nuestra) cómo funciona el bar los días de lluvia, pero su página de Facebook está actualizada, así que pueden preguntar (y ver, de paso, la oferta para estas noches de verano, que incluye cazuelas, picadas y tapas y los productos que, además, están a la venta en el local).



En función de lo que hemos visto, creemos que Lo de Clarisa es un lugar que está en pleno proceso de crecimiento, así que esperamos volver en unos meses para corroborar que lo que se hace con seriedad y con pasión rinde sus frutos.

28.5.14

#22. Georgia Coffee & Bar

Miércoles de mayo. Llueve en Rosario como si jamás hubiera llovido. Georgia Coffee & Bar (Santa Fe 2018) estaba primero en nuestra lista de espera desde el año pasado. Y como las mañanas oscuras son buenas para saldar deudas pendientes (?), allí fuimos.

Georgia funciona en una antigua casona de espacios amplios. La acústica es muy buena por lo que, casi al instante, nos dimos cuenta de que se trataba de un lugar excelente para leer. A causa de la lluvia, no pudimos “probar” el patio pero sospechamos que debe ser ideal en la temporada primavera/ verano o en algunas tardes cálidas del otoño. Mucha madera y una decoración sobria le dan a todo el lugar una identidad ligeramente diferente a la de muchos bares que han aparecido en la ciudad en los últimos años (y que, de hecho, hemos reseñado).


Al mediodía, Georgia ofrece un menú ejecutivo realmente muy accesible, con platos especiales según el día de la semana. Nosotras pedimos los canelones cuatro quesos ($60) y el carré de cerdo con salsa agridulce y puré de calabaza ($65). Cada menú incluye la bebida y el café o el postre, como es usual [*]. Los platos son abundantes sin ser excesivos y muy sabrosos.


Antes del almuerzo, tomamos dos cortados en jarrita. Punto extra para la galletita que acompaña al café, que se deshace en la boca como si estuviera hecha de espuma. Esto fue un buen presagio para el postre, también impecable. Ahora nos queda ir a merendar un día y corroborar la idea que nos hicimos de la pastelería de Georgia.
La atención es muy buena. La música, acorde con el lugar y en el volumen justo.
Georgia, entonces, no sólo es un muy buen lugar para leer, estudiar o charlar con amigos sino que, además, es uno de esos lugares para volver: la variedad en el menú, la diversidad de espacios posibles para sentarse a leer o, simplemente, para pasar un rato en calma hacen de este bar un lugar especial. Vayan y prueben, después nos cuentan.


[*] Quizás sería bueno que los restaurantes rosarinos en general se pusieran a la vanguardia del cambio (?) y dejaran de ofrecer ‘café O postre’ en los menúes ejecutivos. Ofrezcan las dos cosas, que el costo del café no amerita ser pijotero, y los clientes seremos más felices.

13.2.14

#21. Café Nolita


Aunque teníamos otros bares en lista de espera (?) para iniciar el año de este blog, nos dejamos ganar por la espontaneidad (gran error) y, como andábamos por la zona, decidimos ir a Café Nolita (Paraguay 560, Rosario).
Café Nolita funciona en Chic Nolita, multiespacio de moda y de decoración. Han reciclado una casa antigua con buen gusto, llena de detalles muy agradables a los ojos. El espacio destinado a la cafetería es pequeño y tienen muy pocas mesas. Si no hay gente, es muy tranquilo. Si, en cambio, las mesas se ocupan, se complica. No es un espacio para leer, ni para estudiar (las mesas son chicas; las sillas, lindas pero incómodas).




Vamos con lo positivo: la atención es buena. Tanto en la sección de moda y de decoración como en la cafetería, quienes atienden son amables. Lo que parece faltar son los recursos. Pedimos dos cafés en jarrita, una porción de pastafrola y otra de brownie. De los cafés, uno venía servido por la mitad (quizás, me tocó un jarrito que quería ser pocillo, quién sabe). La pastafrola estaba seca y el brownie, apelmazado. Las galletitas que acompañaban al café podían haber sido usadas como elementos de defensa personal y hubieran causado daños en el hipotético caso de que se las hubiéramos arrojado a alguien. Mientras, las otras mesas fueron ocupándose. Eso hizo que, apenas terminamos de beber la última gota de café, nos retiraran solamente los jarritos (sospecho: porque los necesitaban para el servicio en las otras mesas).




Y aunque teníamos tiempo y podíamos habernos quedado, la sola idea de pasar una hora más sentadas en esas sillas, murmurando para que nuestra charla no fuera un debate público y tratando de bajar el resto de las porciones de torta a fuerza de darnos puñetazos en el pecho, nos desalentó rápidamente. Salimos de allí con la necesidad de tomarnos un buen café, con un par de medialunas, en algún lugar en el que pudiéramos sentarnos sin hacer equilibrio. Eso, creo, lo dice todo. Gastamos un total de $74. Si pensamos que hoy, merendar en un bar de Rosario, puede fluctuar entre los $50 y los $90, no parece caro. Sin embargo, consideramos que es caro en relación con la calidad de los productos y del servicio y, mucho más, si lo comparamos con otros lugares que, de hecho, hemos reseñado y que seguimos frecuentando.
En síntesis: Café Nolita no es, hoy, un buen bar para leer. Desde nuestra perspectiva, tiene potencial, pero también tiene mucha competencia que los supera ampliamente en diversos aspectos. Nosotras, por ahora, no pensamos volver: ya pagamos el precio de la espontaneidad (?).

3.10.13

#20. Como una cabra.


Mediodía primaveral. Llegamos a Como una cabra (San Lorenzo 2190, Rosario) con la idea de almorzar al aire libre, así que, después de leer los menúes del día en la pizarra de la entrada, nos fuimos derechito al patio.



Aunque los detalles tientan en todos los lugares (nubes que cuelgan de los techos en el salón que da a la calle, sillones, sillas y mesas de variados tamaños y “comodidades”), el patio y su enorme pared roja es, para nosotras, el más agradable cuando el clima lo permite.



Como una cabra parece ser un buen ejemplo de cómo ciertos lugares mejoran, manteniendo el concepto inicial, a medida que se van consolidando. Parece una obviedad pero no siempre sucede. Desde que abrieron, han aumentado la cantidad de menúes que ofrecen a la hora del almuerzo, han ampliado los horarios de atención y mantienen la calidad del servicio.
Pedimos tortilla de verdura con ensalada y una porción de tarta de jamón, queso y choclo que también venía acompañada de hojas verdes. Cada menú incluye la bebida y el postre o el café ($40 cada uno). La comida siempre es fresca y sabrosa. Prueben el budín de pan, que es buenísimo. En otras ocasiones, hemos probado las tortas; también, impecables. Esta vez, sólo pedimos dos cafés americanos después del postre. Gastamos $102 en total. La atención, como todas las veces que hemos ido, es sumamente amable.


Ahora, vamos a lo que nos ocupa: ¿es Como una cabra un buen bar para leer? Sí, diría, es perfecto. Primero, tiene las mesas distribuidas en dos salones, lo que daría lugar a la posibilidad de migrar de uno a otro esquivando, por ejemplo, clientes molestos (?). Segundo, la variedad de formas y de tamaños de sillas y mesas permite que los lectores (que pueden ser mañosos) se ubiquen en algún lugar que les resulte realmente cómodo. Los lectores fumadores, incluso, cuentan con el patio casi silencioso y fresco. Tercero, siempre habrá alguien atento a las necesidades posibles del lector en cuestión, pero sin un estarle-encima permanente.


Como una cabra, entonces, es un lugar de esos para volver: comés algo rico, te abrís un hueco de calma en algún momento del día y leés, estudiás o charlás con amigos en un ambiente bello y acogedor. Y tienen wi-fi. Más no se puede pedir, ¿o sí?

19.7.13

#19. Paseo Mayor


A ningún bar le hemos dado tantas oportunidades como al que, finalmente, hoy nos ocupa. Normalmente, escribo las reseñas con la impresión que nos causa un lugar la primera vez que vamos. El post de hoy es una excepción. Hace por lo menos dos años que vamos, con cierta regularidad, a Paseo Mayor (Galería Paseo Peatonal, Mitre entre Rioja y Córdoba). “¿Tan bueno es ese lugar?”, se estarán preguntando. La respuesta es no. Ni la oferta gastronómica ni la de cafetería es tan, tan buena como para que uno vaya con una frecuencia considerable. Tampoco es mala; uno encuentra en Paseo Mayor más o menos lo mismo que en cualquier otro lugar de similares características y la atención (aunque ha mejorado bastante este último año) tampoco es un paradigma de eficiencia. Hemos esperado hasta echar raíces un simple sándwich o un alfajor de maicena, se han olvidado de nuestros pedidos, nos han movido de mesa arguyendo razones inverosímiles. Pero seguimos yendo, por una única y vil (?) razón: Paseo Mayor tiene una suerte de “patio de fumadores” que nos evita todas las incomodidades de la intemperie a la que quedamos libradas en la mayor parte de los bares.


Compartimos un tostado de jamón cocido, queso y tomate, pedimos dos gaseosas y luego, hicimos dos rondas de café americano con dos brownies. Gastamos 148 pesos. Esta vez, como si la moza hubiera adivinado telepáticamente nuestra intención de reseñarlos de una vez por todas, la atención fue eficiente y bastante amable. Hemos notado, en este sentido, que la atención al mediodía y/o a primera hora de la tarde es mejor que después de las 17:00. Será el cansancio de la jornada el que se nota al anochecer, quién sabe.
Paseo Mayor es uno de los pocos lugares en los que uno puede sentarse a leer, a estudiar, pedir un café y fumar sin tener que estar sentado en la vereda y sin depender de las inclemencias climáticas. Aunque siempre suele haber mucha gente, las dimensiones de la galería dispersan los ruidos. Adentro, probablemente, no sea tan así. Entonces, creemos que es un buen bar para leer si y solo si sos fumador. Y si no tenés una irracional aversión a los pájaros que, en grupos, se disputan la conquista de los sobres de azúcar (espectáculo muy lindo para ver si no sos fóbico, claro está). Si no, hay muchos otros lugares más lindos, más cómodos y con ofertas gastronómicas más interesantes a mejor precio.
Si van, no olviden mirar el pintoresco (?) cartel en el baño de damas que solicita, además de mantener limpio ese espacio, “no hacer en el aire”. La literalidad al palo.

5.7.13

#18. Havanna [Bares en Mar del Plata]

Estar en Mar del Plata y no ir al Havanna-padre de todos los Havannas es imperdonable (?). Llegamos a la esquina de Brandsen y Peralta Ramos buscando un remanso para el viento que venía azotándonos desde hacía días.


La primera impresión es que no es un buen lugar para leer: los ruidos, el amarillo estridente, las sillas incómodas, las mesas pequeñas. Pero, sobre todo, los ruidos infernales.



La oferta es la misma que en cualquier otro local de Havanna. Al café clásico, se le suman las variantes starbuckenses autóctonas con los mismos problemas: si piden, por ejemplo, el Vainilla Latte, la espuma no se va; queda para siempre en el fondo del vaso y nos obliga a preguntas existenciales (?) del tipo “pero qué acabo de introducir en mi organismo”. El precio que se paga por querer innovar. Quienes pidieron el capuccino clásico y el café doble no tuvieron ese problemita, así que todavía hay esperanza.


La atención es normal, tirando a desganada. Los precios, un poco exagerados en relación con el servicio como suele suceder en los lugares en los que uno paga, en realidad, por la marca. Lo único que alivia entre tanta estridencia amarilla es saber que el mar ruge ahí nomás, del otro lado de la calle, y que un bocado del alfajor de nuez provoca un pico de hiperglucemia que hará que te olvides de todo.


Mar del Plata se caracteriza (?) por ser una ciudad llena de cafeterías preciosas. Havanna no parece ser una de ellas, quizás, porque se han dejado ganar por la estandarización. Vayan si les da nostalgia y necesitan paladear sabores conocidos. Nosotros, por aquí, no vamos a volver.

1.7.13

#17. El cóndor [Bares en Mar del Plata]

Llegamos a El cóndor (San Luis 2302, Mar del Plata) después del mediodía. El batallón de mozos y mozas que todavía deambula por el local nos hace pensar que el almuerzo ha sido atareado. En media hora, apenas quedarán dos o tres. Llegamos en el momento preciso en el que El cóndor nos muestra que es un buen lugar para leer. A través de las ventanas, los verdes de la plaza Mitre brillan al sol.


La oferta de pastelería y café es tentadora, pero nosotros almorzamos. Y muy bien. La atención es amable; los precios, adecuados a la oferta. Disculparán que no recuerde exactamente cuánto gastamos (cosas que suceden cuando uno no paga). 


De a poco, las mesas que el fin del almuerzo había dejado vacías fueron poblándose nuevamente. Muchas señoras ocuparon las mesas en contraste con el ambiente modernoso. Parecería, entonces, que el público es variado.

Afuera, en las mesas de la vereda, algunos apuran sus cafés, hojean los diarios. Cuando se alejen, los pájaros se disputarán las migas sin vergüenza.
Si van a Mar del Plata, El cóndor puede ser un buen lugar para escapar de la arena y del calor. Vayan y nos cuentan.

13.5.13

#16. Café del jardín [Bares en Chile]


Marzo, hora de la siesta. Después de unas cuántas horas de caminata por los cerros de Valaparaíso, necesitábamos un descanso para reponer energías. En el camino, nos encontramos con el Café del jardín.


El interior era hermoso: linda música y ambiente sereno para lo que buscábamos. Pero una ventanita del fondo nos tentó, seguimos caminando y sin pensarlo mucho nos instalamos en el jardín.





Primero unos licuados de fruta frescos y después unos sandwiches vegetarianos acompañados de distintas hojas verdes, tomates y paltas exquisitas, como en todo Chile. Ese fue el almuerzo, muy abundante. Si van, tengan en cuenta eso: al menos los sandwiches, se pueden compartir.






Café del jardín es el lugar ideal para perderse, descansar, leer, tener una linda charla, revisar la hoja de ruta o simplemente disfrutar mirando cada detalle.




Café del Jardín • Urriola 564, Cerro Alegre. Valparaíso
Página de FBBlog




26.3.13

#15. Diurno [Bares en Chile]


Como la mayoría de los bares de Valparaíso, y me atrevería a decir de Chile, Diurno es un lugar pequeño que no dice mucho cuando uno pasa rápido caminando. Hay que detenerse y observar los detalles, ahí está el encanto.


La decoración hace que el lugar sea muy acogedor y den ganas de quedarse. Madera en la barra y en dos mesitas. Paredes blancas y acentos de color turquesa en algunas sillas, el techo y la vajilla. Tres pizarrones con anuncios coloridos y el banderín con corazones de la barra, dan un toque vintage y hogareño.


Nosotros fuimos a desayunar, pedimos dos cortados dobles con brownies de chocolate y nuez, pagamos $4000 (en moneda Argentina, según el cambio y pagando en efectivo o débito, son entre $45 / $57). Esto es sólo una referencia, tendrán que ver, en el momento que viajen, cuál es el valor del peso.


Además de una muy buena atención, Diurno cuenta con wi fi, diarios del día y buenas revistas para ver espectáculos o exposiciones que se están haciendo en el país y artículos de literatura, cine y música.


En el sitio web pueden consultar la carta y ver productos gourmets que tienen a la venta.
Si van a Valparaíso, caminaron mucho y andan con ganas de parar, consultar el mapa para ver por dónde siguen o simplemente comer algo rico y leer, vayan a Diurno. Es un muy buen mimo.